Corrían los primeros ochenta y no eras nadie si no llevabas algún logo de Ocean Pacific encima. Era la marca cumbre, lo más de lo más, básicamente porque patrocinaba a Tom Curren, y Tom Curren era… pues Dios.
Así que cuando llegaron las primeras Ocean Pacific a mi pueblo yo me volví loco por ellas. Pasaba por delante del escaparate camino del colegio, y me imaginaba llevando una de aquellas camisetas que costaban un huevo y parte del otro. El caso es que un buen día mi hermano mayor se hizo con una camisa que a mí, afortunadamente para él, me quedaba grande entonces. Despertó la mayor de mis envidias, aunque me conformaba con ponerla de vez en cuando.
La camisa de mi hermano acabó en mi armario muchos años después, y ahí sigue, un tanto castigada por el paso del tiempo. Todo un clásico!!