Volando…

Imagino que esto es lo típico que haces una vez en la vida. O no, porque repetiría ya mismo.
Me invitaron a saltar en paracaídas y no me lo pensé dos veces. No soy en absoluto un valentón e incluso las montañas rusas no me hacen ninguna gracia, pero esto tenía pinta diferente. Y lo es. Los nervios no fueron tantos y la seguridad era total. No voy a negar que el momento de lanzarse es un tanto crítico, pero tras un par de segundos de caída al vacío, la sensación de flotar es brutal y uno se consigue relajar. Te ves en el aire y es acojonante. Dura poco, pues al cabo de unos 30 segundos de caída libre se abre el paracaídas, pero te da tiempo a darte cuenta de como va y disfrutar de veras.
Juegas un poco con los mandos y finalmente aterrizas. Subidón por todos lados, y una cerveza que sabe a gloria.
Y si encima lo haces con amigos, ni os cuento la experiencia. Risas y más risas!!!
Gracias por supuesto a Rafa, artífice de un fin de semana increíble.
(Y a la gente de Skydive-Westerwald por cuidarnos tan bien!)

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