Artículo original de Octubre 2009

Cierto es que me gusta el longboard, y mucho, pero tan cierto como esto es que sólo me gusta en determinadas situaciones, con unas condiciones de mar concretas. Básicamente con olas pequeñas, y preferentemente con el mar ordenado. No me van los giros radicales ni las maniobras bruscas con el tablón, sino más bien me inclino por buscar siempre la punta, tan cerca pero tan lejos a veces. Para ello, no hay nada como las formas más clásicas; formas sencillas pero atemporales, quillas grandes, grosores generosos…
Hay épocas en las que el tablón se pasa semanas colgado en la pared sin que nadie lo coja; otras sin embargo no para. Durante esas semanas de tabla corta en exclusiva pienso en ello; en el lujo que supone tener una pequeña obra de arte apartada y sin que nadie mire para él. Es un poco injusto, pero la vida también lo es!!

Eso si, el día que esta «para ello» cojo el tablón y me lo paso como los indios. Estando pequeño, incluso muy pequeño, es un verdadero placer deslizarse sobre él. Como me decía Matt Calvani cuando estuvo por aqui: «viajar con longboard es un coñazo, pero cuando lo metes en el agua son tales las satisfacciones, que siempre merece la pena».
A veces me preguntan si me lo paso mejor con la tabla corta o con la larga. Es difícil, pero es cierto que cada vez me divierto más con la larga en dias mínimos, debe ser cosa de la edad.
¿Es un lujo tener un tablón aparcado? Bien, hay gente que tiene pinchos para olas grandes que sacan solo en determinados dias al año. Yo tengo un longboard para dias pequeños, así de sencillo. ¿Alguien se apunta?