Foto de Jose Eugenio
Todos cometemos imprudencias, absolutamente todos, y quien diga lo contrario miente. Todos cruzamos con el semaforo en rojo, todos pisamos el acelerador más de la cuenta, e incluso todos los que surfeamos hemos estado en el mar con la sensación de «que coño hago aquí con este maretón».
Os cuento esto en relación al desgraciado accidente de este fin de semana en el espigón de San Juan, que se saldó con la muerte de una chica de Avilés.
Cierto es que tanto ella como su compañero fueron imprudentes cuando se pusieron a correr por el espigón, pero creo que a esa imprudencia hay que sumar una muy mala suerte. Estoy seguro de que no lo vieron tan peligroso; en ese momento el mar estaría en calma y tiraron adelante. Una vez en el espigón llegó la ola y poco pudieron hacer porque cuando el mar barre así es implacable. Muy mala suerte.
Pero además, yo sumaría otro factor relevante, y es la escasa señalización de peligro. La cadena que cierra el espigón es muy pobre, y las señales visuales creo que no son lo suficientemente rotundas. Creo de veras que hay que disponer de un cierre más resolutivo, más disuasorio.
El caso es que hay una familia destrozada y un montón de gente realmente afectada. Un suceso muy triste que debería hacernos reflexionar para que no vuelva a ocurrir.