Nunca fui amigo de Diego, nunca nos tomamos una cerveza juntos o charlamos más de diez minutos. Lo conocí desde siempre, todo el día cruzado por Avilés o Salinas, nos saludabamos con una sonrisa y eso nos bastaba. Solo eso era suficiente para tenerlo en estima porque se le notaba lo buen tipo que era. La última vez que lo vi recuerdo que me comentó que se encontraba muy bien, así que mi sorpresa fue mayúscula cuando supe del triste final.
El fin de semana que viene se celebra una carrera en su memoria, lo cual me parece perfecto porque tenía la manía esa de correr. Mucho me temo que las plazas están completas, pero hay una fila 0 porque se trata de recaudar fondos para una buena causa; Diego estaría encantado, estoy seguro.
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